Ella iba ansiosa sentada en el vagón del tren, era de noche, la oscuridad reinaba del otro lado de la ventana polarizada del vagón del tren, a ratos esta oscuridad era cortada por alguna luz en la vía, una farola o luz de emergencia, y una que otra estación, estaba en un país extraño, con hablares extraños, ella nunca lo había visto en persona solo en fotos, pero una foto es solo un instante capturado para la eternidad efímera de un control+alt+delete, nunca había sentido su tacto, ni su olor, si sentido la textura de sus cabellos, largos y castaños como hojas de otoño, su corazón avanzaba más rápido que el tren, deseaba volar en la oscuridad hasta la estación donde él la esperaba, ella imaginaba la escena en su mente, pero lo que más le intrigaba era su voz, podría ser la voz de cualquiera, la voz del pasajero de enfrente que le pide a la azafata unos audífonos para escuchar al película que estaban a punto de pasar, ¿sonaría como el vendedor de tabaco del estanco que está cerca de su casa? La impaciencia al fin la hizo desviarse un poco de sus pensamientos y concentrarse en la película, casi sin darse cuenta una voz metálica anunció su parada. No fueron muchos los pasajeros que se bajarían con ella, eran casi las 21hrs, hacia frio, el invierno emprendía su retirada, su cara y todo su cuerpo sintió esa oleada helada cuando abandono la tibieza del vagón, tomo su maleta, espero unos segundos a que el tren emprendiera otra vez su viaje a tierras más alejadas, se escuchaba el taconeo de las botas sobre el concreto, sobre la grava al pasar por las vías del tren, vio varias personas abrazar a otras, reconocer caras en la oscuridad nunca fue su fuerte, hasta que lo vio, estaba de pie, solo, el cuello del abrigo negro cubría parte de su cara, su cabello se mecía con la brisa fría de la noche, los dos se reconocieron, se miraron en silencio, sonrieron y se saludaron, era tal y como ella lo imaginaba.
Había llegado a su destino.
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